Si, por fin estamos a 18 de febrero y aunque se termina el fin de semana y en apenas unas horas de nuevo tengo que enfrentarme a una semana completa de trabajo sin descanso, estoy feliz porque por fin puedo decir que he terminado con los compromisos formativos que han hecho que mi agenda fuera mas caótica de lo que ya lo es normalmente.
Soy, estoy feliz por como he comenzado el año fotográficamente hablando. Siempre digo que hace un año esto prácticamente era impensable. Por aquel entonces apenas sabía manejar una cámara en modo manual y mucho menos comprendía todo el proceso necesario para realizar una fotografía. Con esto no digo que a día de hoy ya lo sepa todo, de echo no creo que nadie sea capaz de hacerlo en esta profesión, pero si es cierto que durante este año y mas concretamente hoy puedo afirmar rotundamente que además de saber todo lo que sé, me ha cambiado la vida, la manera de ver las cosas(tanto literal como de manera figurada) y hasta mi manera de ser.
Supongo que cada uno defiende la disciplina o profesión que estudia si es que lo hace porque realmente es algo que le guste, pero lo cierto es que estudiar fotografía es para mi algo mas que aprender de luz y sus propiedades, o de técnica en sí. Quizás lo último de lo que me he dado cuenta y lo primero que uno aprende es que para ser un buen fotógrafo uno debe de ser persona. Digo persona y lo subrayo, y con eso quiero decir que para ser buen fotógrafo uno debe de cumplir con ciertos criterios, que pueden ser innatos o no, pero deben de tenerse o adquirirse, como pueden ser el tener empatía, confiar en los demás, ser capaz de trabajar en equipo, ser capaz de delegar, ser paciente, ser analítico, ser autocritico y a si mismo ser capaz de aceptar las críticas de los demás, ser exigente y lo mas importante, ser capaz de entender que los errores no son mas que parte del propio proceso de aprendizaje.
Durante todo el 2017 he tenido que lidiar con ciertos demonios y enfrentarme a la timidez que siempre me ha caracterizado, casi enfermiza. A 32 años por fin he sido capaz de abrirme a los demás y he aprendido a relacionarme; algo que le debo a tantos shootings, talleres y cursos en los que no te queda mas remedio que tratar con gente a la que no conoces.
Cuando hace un año atrás comencé este proyecto personal no lo hacía sola y eso fue una gran ayuda, quizás incluso fue un aliciente, ese pequeño empujón que me hacía falta, pero de nuevo lo más importante que he aprendido es que la fuerza y la voluntad esta y solo debe estar en uno mismo, porque la gente, los apoyos incluso la inspiración van y vienen y uno no puede permitirse el lujo de parar, de abandonar o desviarse del objetivo. Si quieres algo, simplemente ves a por ello, y si alguien quiere apearse de ese tren, adelante, pero que nadie te frene, por mucho que a veces pueda doler.
A pesar de todo, uno aprende a tratar con gente maravillosa, que aunque pasa por nuestra vida de manera fugaz, siempre dejan su huella, esa pequeña semilla que nosotros luego podemos encargarnos de hacer florecer y tengo la suerte de haber conocido en este 2018 a una de ellas, como es el profesor de La Máquina Escuela de Especialización Fotográfica de Madrid, Jose Antonio Fernández Salas, autor de libros como Sin miedo al flash, que durante dos fines de semana me ha enseñado tanto en tan poco tiempo en cuanto a iluminación se refiere, una persona fascinante que hace que de lo complejo de la luz uno sea capaz de no asustarse y encontrarle ese punto apasionante, ese punto que engancha. Y sí , la luz es una cosa a la que todos estamos acostumbrados a ver y a convivir con ella pero muy pocos conocemos cuáles son sus propiedades y la manera en la que esta se comporta, y de nuevo uno se da cuenta de que en esta vida estamos rodeados de cosas simples, cotidianas, bellas, que no entendemos, que están ahí, pero que no les damos la importancia que merecen.
Quizás de esta gran pasión me llevo la capacidad de entenderme a mí misma, la capacidad de verme reflejada como persona en toda la gente a la que tengo la gran suerte de retratar, el autoconocimiento, un pequeño camino hacia la introspección.
Sí, soy muy feliz, porque este año ha sido un caos, un reviente personal, han sido muchas horas de trabajo en casa, en el trabajo propiamente dicho, muchas horas de estudio, muchas horas (aunque no las que hubiera deseado) de prácticas, muchas horas de pensar, muchas horas de organizar…incluso muchas horas robadas al tiempo que podría haberles dedicado a mis hijos… y un año de nostalgia, de despedidas, de asimilación, de sacrificios…sobre todo sacrificios….pero a día de hoy puedo decir que creo ha merecido la pena, que ha sido una pequeña inversión y no cambiaría nada.
Hoy es uno de esos días en los que uno se para a pensar en el ayer y recuerda con melancolía aquellos días en los que creía que con cada cosa que aprendía daba un pequeño paso hacia delante. Hoy no lo tengo claro, lo sé, que con cada cosa aprendida uno no se limita a dar pasos hacia delante sino que uno sube peldaños, que uno a la vez que avanza también asciende y que sin darme cuenta, durante mucho tiempo, demasiado, me he estado subestimado.
Si el pasado año decidí aprender fotografía y termine aprendiendo de la vida….este año que me he propuesto practicarla quizás toque empezar a vivir…